lunes, 18 de junio de 2018

Paris au Tibet : notes de voyage


"Qué gran silencio llena repentinamente el espíritu, cuando uno pasa bruscamente de la agitada vida de París a la calma y monótona existencia de un navío"1.

Las palabras con las que el francés Francis Garnier (1839-1873) comienza su relato podrían podrían pertenecer a cualquiera de los exploradores que en el siglo XIX decidieron descubrir el mundo: hombres intrépidos, incansables, curiosos, respetuosos con lo ajeno, de gran fortaleza psicológica y capacidad de esfuerzo sobrehumana; hombres cuya vida estaba más allá del hombre corriente: mucho más allá de lo conocido. A veces demasiado allá: en las fuentes del Nilo de David Livingstone, o en la ciudad de Z donde fue a perderse Percival Fawcett. Otras vecés, un poco más cerca: en los ríos australianos de Alexander Collie, o en los estudios topográficos de George Everest, cuyo monte todos conocemos. Pero siempre en un lugar apartado del mundanal ruido, donde lo mundano no existe. En el caso de Garnier, ese lugar fue la Cochinchina ¿Se puede ir más lejos?

Objetivos, pasiones y obsesiones diferentes empujaban a estos hombres a la aventura. Garnier, como oficial del ejército francés e inspector de asuntos indígenas de la Cochinchina, se sentía llamado por el deber: la evangelización, la colonización y la superioridad sobre Inglaterra -anglicana y primera potencia colonizadora-. Así, en plena fiebre colonial de la Tercera República, fue enviado a explorar el valle del Mekong como parte del grupo encabezado por Ernest Doudard de Lagrée. Sus habilidades le llevaron a encabezar su propia expedición por el río Yangtze a la muerte de aquel. Poco tiempo después, su disposición le conduciría a la muerte en Tonkin a manos de los pabellones negros chinos. Llegaba el final para un hombre que junto al compromiso con su nación atesoraba un gran amor por esa otra naturaleza -silenciosa, apabullante, solitaria, gigantesca-, esas otras culturas -diferentes pero no peores-, y esas otras gentes -a las que observa y reconoce rasgos superiores a los europeos-. Más allá de lo mundano, y del ruido.

Publicadas entre 1872 y 1873 en el diario parisino Le Temps, las cartas en las que el oficial Garnier anotó las vivencias de su expedición por el Yangtze fueron reunidas diez años más tarde en un solo volumen editado por Librairie Hachette, especializada en libros de texto, guías académicas y guías de viajes. El conjunto conforma un relato de aventuras al más puro estilo clásico: lleno de descripciones, percepciones, reseñas históricas, peripecias y sucesos; donde la presentación en forma de misivas, los grabados y las tablas meteorológicas permiten al lector colocarse en primer plano y convertirse en receptor protagonista: ver esos lugares por primera vez, conocer a esos extraños personajes que los habitan y tener el privilegio de ser el primero en enterarse de cada novedad. Uno duda si guardarse la información o revelarla a los medios. Si dejar que la vida siga su curso o adelantar el curso de la vida. Aventurarse por estas páginas, es toda una aventura. Ya lo decía el propio Garnier: "Las dificultades serán inmensas", pero "los resultados científicos considerables"2, y lo que es más importante: "El espíritu cambia de esfera y se despierta a otras verdades"3. ¿Te atreves a explorar?

CEYLAN: "Un cinturón exuberante de cocoteros bordea la costa y equilibra des preocupadamente al aliento de la brisa sus verdes cumbres. La vegetación tropical despliega, ante nuestros ojos encantados, sus maravillosas riquezas, sus paisajes goteantes de luz"4.


LA MURALLA CHINA: "No agrega nada a la defensa natural que constituyen los picos de las montañas [...] gracias a la circulación incesante y a un abandono completo se encuentra en el más deplorable estado"5.


PESCADORES CHINOS: "De todos los pliegues de la costa surgen los pescadores, a quienes mi apariencia extranjera y las singulares máquinas desplegadas antes mí inflaman de curiosidad y admiración"6.



1. Pag. 1.
2. Pag. 60.
3. Pag. 17.
4. Pag. 14.
5. Pag. 137.
6. Pag. 182.

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