Un pasaporte para viajar de Utrera a Sevilla
Un documentos del Archivo Histórico de la Universidad de Sevilla, recientemente digitalizado, ilustra de forma muy elocuente la situación social y política que se dio en Andalucía tras la muerte de Fernando VII, bajo la regencia de María Cristina. Supone este documento, dada su validez por el interior del país, un pasaporte, un salvoconducto expedido a nombre de Joaquín de Prados, ministro honorario de la Real Audiencia de Sevilla, para que pudiera hacer ir de la villa de Utrera hasta Sevilla. El pasaporte está firmado por José de Zayas, subdelegado de la Policía de Utrera, y fechado el 29 de diciembre de 1833. En su reverso, entendemos que al día siguiente ya se encontraba en su destino, donde permaneció hasta el 29 de enero, cuando regresa a Utrera.
En primer lugar, llama la atención que sea la policía,
cuyo funcionamiento había empezado a reglarse, al menos, desde las Cortes de
Cádiz[1], la
encargada de autorizar en estos momentos los traslados de personas y de
facilitar la llegada del personal administrativo a sus destinos: probablemente las
antiguas instituciones comenzaban a hacer aguas frente a las necesidades creada
por la nueva situación política. Son funciones que acaba de asumir la
institución policial, fruto de los cambios que se están produciendo en España
como consecuencia de la implantación de la nueva división provincial, según el
proyecto presentado por Javier de Burgos y aprobado a finales de noviembre de
1833. Sin embargo, fueron frecuentes los problemas surgidos por esta
adaptación, dado que el sistema policial no tenía aún capacidad de llevar a
cabo sin fisuras todas las acciones que se le empezaron a asignar[2].
Así pues, estos pasaportes nacieron con el objeto de controlar los movimientos
de funcionarios dentro del territorio nacional, de manera que pudieran pasar
por terrenos de distinta propiedad (de la Corona, nobiliarios, eclesiásticos,
etc) sin ningún problema ni impedimento, para llegar así más rápido a sus
destinos. Este hecho nos lleva a preguntarnos qué motivos llevaron a Joaquín de
Prados a trasladarse de Utrera a Sevilla con tanta presteza.
Cuestiones legales, propias del cargo que ostentaba
nuestro protagonista, parecen ser la respuesta más obvia, pero contamos con
otros detalles en el pasaporte que dejan entrever otras funciones
complementarias. Nos referimos a la nota manuscrita que leemos junto a la firma
de Zayas: “Esta villa goza de completa salud por la Divina Misericordia”. Estas
palabras están sin duda en relación con el brote de cólera que surgió en
Andalucía entre 1832 y 1835, por el que se pusieron en cuarentena varias
ciudades y se realizaron controles de salubridad para intentar controlar la
primera pandemia colérica conocida que azotó la península[3].
Por este motivo, la Junta de Sanidad impuso escribir en los pasaportes al
extranjero la advertencia “se padecen enfermedades sospechosas del cólera morbo”, pero no así
en los salvoconductos nacionales, como es nuestro caso[4].
Que así se incluya parece deberse más a una intención de la policía de tener
controlada la expansión de la enfermedad, de manera que los planes de
protección que se proyectaban desde Sevilla tuvieran bien presente la situación
sanitaria de las ciudades de su jurisprudencia.
Este documento se encuentra en los anaqueles del Archivo Histórico de la US, compartiendo carpeta con otros interesantes documentos con los que no guarda
relación, bajo la signatura AHUS Seminario 333-7.
Autores de la entrada: Carlos Maura
Alarcón y Purificación
Mallén Osuna
[1] MORALES VILLANUEVA,
Antonio: “Evolución de la administración policial”, Revista de administración pública, 118, 1989, pp. 347-410.
[2] Ibidem, pp. 379-381.
[3] RODRÍGUEZ OCAÑA, Esteban:
“La dependencia social de un comportamiento científico: los médicos españoles y
el cólera de 1833-1835”, Acta Hispanica
ad Medicinae Scientiarumque Historiam Illustrandam, vol. 1, 1981, pp.
101-130.
[4] Ibidem, p. 112.
1 comentario:
Buenos días, Don Eduardo. Espero sepa disculpar esta forma poco usual de ponerme en contacto con usted. Para empezar, esto que le escribo no lo hago desde Grecia, si no de la misma provincia de Sevilla, así que no soy nadie que haya salido de sus cuentos ( o sí ). Entiendo que es usted el creador de la obra literaria, Aremur. Si es así, decirle que es uno de los mejores libros que he leído y releído en mi vida, con el cual mantengo una relación cercana y constante, por lo muy identificado que estuve siempre con la historia. Así pues, como admirador suyo, o de su obra, quisiera, al cabo de tantos años, felicitarle por haber cruzado Aremur en mi camino. Si por el contrario, no es usted ese Eduardo que pensaba, le pido mil disculpas por la intromisión. Esperando sea ese y no otro, quedo a la espera de su confirmación.
Atentamente, Pietro.
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