El papel que durante los siglos XVI y XVII jugó Sevilla en el tráfico marítimo con América puso de manifiesto la escasez de personal con conocimientos y experiencia en navegación. Fue esa necesidad de formar una marina eficaz y competente la que impulsó a la creación del Colegio de San Telmo de Sevilla, a instancias de la llamada Universidad de Mareantes, antigua Cofradía de Nuestra Señora del Buen Aire, una institución que tenía su sede en Triana y que se regía por las reglas y ordenanzas aprobadas por S.M. en 1569. La Universidad de Mareantes la integraban dueños de naos, pilotos y maestres examinados de la Carrera de Indias, y por el resto de los oficios del mar: contramaestres, guardianes, marineros, grumetes y pajes
El Real Colegio Seminario de
San Telmo de Sevilla (1681-1847) fue creado por Carlos II en 1681, encomendándose a la
Universidad de Mareantes su administración perpetua. El Consejo de Indias sería
su protector, y el presidente de la Casa de Contratación su conservador superintendente (Espinosa,
1988) .
El Colegio de San Telmo tenía una doble finalidad. Por una parte, formar en las artes náuticas a muchachos
huérfanos que cubriesen las necesidades de tripulación especializada en las
armadas y flotas de la carrera de Indias, y por otra, paliar la escasez de
gente del mar, especialmente de pilotos, que sufrían las flotas y navíos de la
Carrera de Indias, ya que hasta 1729 no se exigió la matriculación obligatoria
en la Universidad de Mareantes, requisito que sólo se hizo efectivo hasta 1756 (Garralón, 2007, pág. 54) .
La
enseñanza que se impartía en el Colegio de San Telmo, reglada en las reales
cédulas de fundación, era muy elemental: se enseñaba a los muchachos a leer,
escribir, contar, y se les tomaba de memoria la cartilla del Regimiento de
Artillería. Al ser insuficiente, pronto se tomó la necesidad de contar con un
maestro de matemáticas, para que los alumnos salieran del centro con nociones de
aritmética, álgebra, artillería, geometría, trigonometría plana y esférica y
conocimientos del globo terráqueo y celeste. Todo ello se complementaba con
prácticas dentro del Colegio, dedicadas a observar el sol con el cuadrante u
octante, la ballestina y el astrolabio. A los alumnos menos brillantes se les
enseñaba el arte de la artillería para dirigir su futuro a las brigadas
marinas. Lo cierto es que el Colegio de San Telmo no sólo fue un lugar de
enseñanza, sino que además fue un centro de investigación en el avance y
perfeccionamiento del arte de la navegación. En San Telmo se mejoraron cartas y
derroteros, se perfeccionaron algunos instrumentos de navegación y se
promocionó su uso y, por supuesto, se compusieron tratados u obras. (Jiménez,
2002) .
Con el tiempo, a partir de 1786, se sumaron al aprendizaje en San Telmo las
asignaturas de comercio, dibujo e idiomas (francés e inglés).
Las
cédulas fundacionales establecían
que los alumnos debían ser españoles,
preferentemente huérfanos y pobres
de entre 8 y 14 años. La condición de orfandad fue mitigándose con el tiempo. Al
principio tenían preferencia los huérfanos de padre y madre, seguidos
de los que sólo lo fuesen de padre. Sólo en caso de de no conseguirse
suficientes alumnos, podrían ser elegidos aquellos que contasen con ambos
progenitores. A partir de 1721 no
se admitirían niños cuyos padres hubieran ejercido “oficios viles” como verdugo,
pregonero, lacayo, mozo de mulas, bodeguero, carnicero, zapatero, etc. Tampoco
se admitirían descendientes de negros, mulatos, gitanos, herejes y
penitenciados por la Inquisición y que no fueran descendientes de cristianos
viejos. Estos requisitos hicieron que tanto el Colegio como sus alumnos gozaran
de gran prestigio. Fueron muchos los que se formaron en San Telmo llegando a
ser contramaestres, condestables, artilleros, pilotines segundos y pilotos.
Otros llegaron a ostentar cargos públicos y profesores del propio colegio.
Era
un requisito indispensable para el ingreso en el Colegio que los aspirantes
presentaran informaciones y se sometieran a un interrogatorio, donde se
acreditara suficientemente que cumplían las condiciones necesarias para el
ingreso. Todas
estas diligencias, una vez aprobadas por la diputación, se archivaban en la
Contaduría del Colegio, sin descartar la posibilidad de que si en el futuro se
descubría en algún aspirante faltas en cuanto a la limpieza de sangre o
exclusión de oficios bajos, fuese expulsado del Colegio y borrado de los
asientos de la Contaduría
Como correspondía a una
fundación benéfica, además de velar por la buena fama y honorabilidad de los
colegiales, el Colegio admitía a los llamados hijos de la Iglesia o expósitos, también llamados de la cuna, ateniéndose a la doctrina
jurídica según la cual los expósitos son limpios de sangre.
En
1786 el Colegio dio entrada a los
llamados caballeros porcionistas, jóvenes
que pagaban una cuota en concepto de pensión y educación. Procedían de familias
pudientes, hijos de militares, comerciantes ricos e incluso nobles. De estos
caballeros se conservan en el Archivo Histórico de la Universidad de Sevilla un
total de 195 expedientes recogidos en 5 libros (AHUS Libro 303 / Libro 307).
Los
requisitos para la entrada en el Colegio eran los mismos que para los
numerarios salvo la condición de pobreza y orfandad. A los porcionistas se les
habilitaron cómodos departamentos. Por otro lado, su educación fue más refinada
(primeras letras, baile, matemáticas, dibujo e idiomas) y teórica que la que se
daba a los numerarios, que era más práctica. Respecto a la comida, era la
misma, aunque desde 1807 comían a distinta hora y la mesa era bendecida por su
capellán. El uniforme era similar aunque si alguno quería comprárselo de mejor
calidad podía hacerlo costeándolo ellos mismos y sin cambiar los colores.
El número de plazas que se les reservó fueron 50 aunque en 1788 bajaron a 30. Nunca llegaron a ocuparse totalmente (a veces sólo hubo 2 alumnos). Los 4 reales que pagaban diariamente no eran suficientes para cubrir los gastos con lo que el Colegio tenía que pagar parte de sus gastos. Poco a poco su cuota se elevó hasta llegar a 12 reales en 1805 para bajar a 10 reales en 1808 para desaparecer (este tipo de estudiantes) en 1810. El escaso número de estudiantes porcionistas y la ocupación francesa fueron los motivos.
Bibliografía
Espinosa, M. J. (1988). Desprestigio social y oficios
viles en la España del siglo XVIII: ascendencia profesional del alumnado del
Real Colegio de San Telmo. Cuestiones pedagógicas, 4-5, 211-227., 1988 ,
4-5, 211-227.
Garralón, M. G. (2007). La Universidad de mareantes
de Sevilla (1569-1793). Sevilla: Diputación de Sevilla.
Jiménez, E. M. (2002). El Real Colegio Seminario de
San Telmo de Sevilla (1681-1808). Sevilla: Universidad de Sevilla.
García, M. T.
(1998). Admisión de alumnos en el Real Colegio de San Telmo. Temas
americanistas, 61-71.
4 comentarios:
Muy interesante poder conocer un poco mejor la historia de ese periodo
Gracias por esta publicación y hacernos llegar un poco de la historia del Real Colegio de San Telmo.
Muy interesante, claro e instructivo. Si bien conocía de la existencia de la Universidad de Mareantes no sabía del papel que desempeñó el Colegio de San Telmo. Muchas gracias por explicarlo de forna tan didáctica.
Hola, podrias conseguir el expediente de Jose Marin y Muros? -> https://ahus.us.es/index.php/informacion-sobre-jose-marin-de-muros
Si no estoy mal, debería ser mi Trastarabuelo.
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