En el repertorio del teatro español del Siglo de Oro pueden citarse algunas obras sobre la conquista de las Indias. Entre las más conocidas se encuentran El Nuevo Mundo descubierto por Cristóbal Colón, de Lope de Vega, del que existe copia manuscrita en la Biblioteca de la Universidad de Sevilla, Algunas hazañas de las muchas de don García Hurtado de Mendoza, de Antonio Mira de Amescua, y La conquista de México, de Fernando de Zárate (seudónimo de Antonio Enríquez Gómez).
Recientemente se han añadido al fondo de teatro antiguo de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla tres obras
que entran dentro de esta categoría de temática americanista. Se trata de Todo es dar en una cosa,
de Tirso de Molina, (fraile que viajó a las Indias y continuó escribiendo la
segunda y tercera parte sobre este tema, tituladas respectivamente Amazonas en las Indias y La lealtad contra la envidia), La Aurora en Copacabana, de
Pedro Calderón de la Barca, y Los españoles en Chile,
de Francisco González Bustos.
En Todo es dar en una cosa se enaltece a los soldados españoles como caballeros, mientras que en las dos restantes se recrean la llegada y la conquista del Nuevo Mundo, naturalmente ajustándose a la visión que en ese tiempo se tenía de la empresa conquistadora (según las dos obras restantes), y abordando la interacción entre soldados y mujeres indígenas.
El punto medular de estas tres obras es cómo se representan los personajes femeninos, tanto si se trata de españolas como de indias. Es una representación particular, que se construye en torno a tres elementos fundamentales:
En primer lugar, religión e idiolatría. Las mujeres españolas que han sido deshonradas (porque declararon su amor y fueron abandonadas) al final se casan por el rito cristiano. Las mujeres indígenas, que son idólatras, terminan abrazando la fe cristiana y también llevan a cabo el matrimonio por el rito cristiano.
…Deidad, que luz reparte
y el conquistador Diego de Almagro la interroga:
Quién
eres, divino monstruo?
Quién eres, que, como á Diosa,
oy á tus plantas me postro?
En La Aurora en Copacabana, Calderón hace decir a Yupanqui:
Da en que á Guacolda,
bella Sacerdotisa del Sol,
llegue a ver…
Por último, la valentía por
proteger al ser querido, reconocido en el conquistador o cacique indígena. La
mujer española se muestra abnegada y fiel al sentimiento de amor hacia el
español (es el caso de Beatriz con Gonzalo y Juana con hacia Diego de Almagro).
La mujer indígena puede ser fiel, pero
también se la representa como infiel, llegando a veces a refiriérse a ella con
adjetivos ofensivos, como los que emplea Mosquete, en la obra de Tirso de
Molina, al hacer referencia a una pregunta sobre Diego de Almagro:
… a una perra está queriendo,
que por ella se le cae la baba.
Hijo
de ninguno soy,
no tengo pares, no admito
ascendientes que me agrávien
en
mis obras legítimo
el nuevo ser restauro,
las
hazañas a que aspiro:
deudor de mí mismo soy,
hijo seré de mí mismo”.
Con el tiempo será el conquistador
Pizarro, que le hace una promesa a la reina Isabel:
Si
otro Orbe Colón descubre
en vuestras minas hermosas,
os
hago pleito omenage
de
no bolver a las Costas
de
España, mientras no os diere
más
oro, y plata, más joyas
que
quando dueño del Mundo,
triunfó
de sus partes Roma.
Calderón de la Barca describe a dos mujeres protagonistas de la conquista española en Chile. Fresia, de gran belleza, reina del Imperio Araucano y pareja del general Caupolicán, al saber de las hazañas de Diego de Almagro, deja a un lado sus sentimientos hacia Caupolicán y rinde amor al conquistador, poniendo en apuros al emperador en la guerra contra los españoles. Al mismo tiempo, Juana, enamorada de Diego y deshonrada por él, le sigue y le protege en todo momento, hasta que él, en su encarcelamiento, la recuerda y vuelven sus sentimientos de amor hacia ella, quien es la que le salva y logra, gracias a ello, recobrar el valor y conquistar el territorio.
Calderón da el protagonismo, en
la conquista de Perú, a tres personificaciones: en primer lugar la Idolatría, deidad
vestida de india, que al no poderse realizar el sacrificio de una bestia en su
honor, se enoja y desea el sacrificio de víctima humana; en segundo lugar Guacolda,
sacerdotisa de gran belleza, elegida como esposa del Sol, que debe aceptar ser sacrificada,
Aunque pudiera valerme
de la repugnancia que haze
a toda Ley Natural,
que un Dios beba humana sangre...
Por último, la Virgen María, que libra a los
españoles de ser quemados cuando los indígenas sitian la ciudad y cuando logran
conquistarla, la hacen patrona de Copacabana y es el esposo de Guacolda,
Yupanqui, quien crea la imagen. Los dos
se convierten en cristianos y Guacolda a María adora como
...Virgen
Soberana, Madre, y Reyna
de Ángeles, y de Hombres, llegue
día en que nos amanezca
su Aurora en Copacabana.
Autora de la entrada: Leiby Salguero