miércoles, 24 de enero de 2018

Le pinture antiche d'Ercolano e controni incise con qualche spiegazione.

[Editado por la Regale Accademia Ercolanese]. Napoli, Nella Regia Stamperia, 1757-65. - 5 vol. (I: [8], 279, [8] p., [2] h. de grab., [1] h. pleg.. II: [14], 339, [10] p., [2] en bl., [1] h. de grab. III: [4], XVII, 339, [1] en bl., [12] p., [1] h. de grab. IV: [4], X, 368, [12] p., [1] h. de grab. V: [4], X, 368, [12] p., [1] h. de grab.) : il. ; fol. Ilustracciones por Filippo Morghen, Camillo Paderni, Giovanni Elia Morghen, Ferdinando Campana, Carlo Orazi, Niccola Vanni, Filippo de Grado, P. Campana, Giuseppe Aloja, Nicolaus Billy, Francesco Cepparoli, Carlo Nolli, Rocco Pozzi, Vincenzo Campana, Niccolò Orazi, Ottavio Antonio Baiardi, Luigi Vanvitelli, Francisco La Vega, Giuseppe Azerboni, Pierre Gaultier, Filippo Grado, Secondo de Angelis, Miguel Sorello, Niccola Fiorillo, Ferdinando Sirina, Fransceso Sesone, Giovanni Girolamo Frezza, Giovanni Casanova, Carmine Pignataro, Francesco Giomignani BUS A 215/165-169 (Pasta española con dorados en el lomo. Ms. en hoja de guarda: Tomo primo: "Plut. I. Lit. C. nº 8" , Tomo secondo: "Plut. I. Lit. C. N. 9" Tomo terzo: "Plut. I. C. Nº 10" Tomo cuarto: "Plut. 1. Lit. C. N. 11")
Los importantes descubrimientos arqueológicos del siglo XVIII marcaron un punto de inflexión en la historia del arte. El pensamiento ilustrado concedió una importancia fundamental a las fuentes objetivas a la hora del estudio científico y, en el caso de la Historia, esos materiales no eran otros que los restos arqueológicos. Muchas fueron las campañas realizadas por parte de países como Francia, Inglaterra o Alemania, cuna, este último, de Johann Joachin Winckelmann, considerado uno de los padres de la historia del arte, precisamente, a través de la arqueología. ¿Y España? Gracias al impulso de la corona, nuestro país contribuyó de forma extraordinaria al desarrollo de ambas disciplinas.

La llegada de los borbones implicó un cambio de mentalidad desde el punto de vista cultural. El gusto por la antigüedad y el coleccionismo alcanzó una de sus cimas en 1724 con la adquisición, por parte de Felipe V, de la colección de Cristina de Suecia. Una colección repleta de copias y originales romanos, que más tarde sería distribuida por las academias y escuelas de bellas artes españolas en forma de vaciados en yeso, formando a cientos de futuros artistas. En 1752 se crea la Real Academia de San Fernando, imponiéndose en España el sistema académico francés que puso fin al régimen gremial. Y en la década de los treinta, Carlos III (1759-1788 / Carlos VII de Nápoles y V de Sicilia entre 1734 y 1759) comienza su apoyo a las excavaciones de Herculano, a las que seguirán las de Pompeya y Estebia en décadas posteriores.



Uno de los principales objetivos del monarca fue la difusión de los hallazgos, lo cual no solo daría prestigio a la monarquía, sino a él mismo, como agente implicado y tremendamente interesado. Así, en 1755 se crea la Regale Academia Ercolanense, para la que se debían elegir, por mandato del rey: "entre los eruditos, de los que no esta escasa la capital de sus reinos, quince personas idóneas que se apliquen en la ilustración de tantos antiguos monumentos"1.. Dicha iniciativa dio lugar a ocho volúmenes que verían al luz a partir de 1757: los cinco primeros dedicados a la pintura, los dos siguientes a los bronces y el octavo a lucernas y candelabros.

Los volúmenes dedicados a la pintura (1757-1767) cambiaron por completo la historia de esta disciplina artística. En primer lugar, completaron el conocimiento que se tenía de la pintura romana a través de los hallazgos de la Domus Aurea, y permitieron, años después, establecer la clasificación de los estilos de pintura pompeyana. Y en segundo lugar, fueron una fuente de inspiración fundamental para los artistas neoclásicos, imponiéndose, desde las casas reales y las academias, una nueva corriente cultural similar a la del Renacimiento, pero de esencia más científica y fría en términos artísticos.

En este sentido son significativas las palabras que Anton Rafael Mengs, pintor de cámara del rey, y uno de los artistas más implicados de su época tanto de forma practica como teórica y didáctica, dedica a estas pinturas de Herculano. En relación a ellas, y con el objetivo de desechar las opiniones erróneas acerca de la calidad de los pintores de la Antigüedad, afirmaba: "En estas pinturas de Herculano no es el diseño lo que hay de más apreciable; bien que aun en ellas se ven las huellas de un óptimo gusto, y de una facilidad de mantenerse en los límites justos de los contornos; esto es, de no pecar en cargados, en duros, ni en secos. Sobre todo causa maravilla el ver la grande inteligencia del claroscuro que hay en estas obras, y lo bien entendido de la naturaleza del aire; que siendo un cuerpo de alguna densidad, comunica y refleja la luz a la partes que no al reciben de forma natural [...] si se comparan estas pinturas con todas las obras de los modernos, y se considera que fueron hechas en lugares tan poco nobles, se conocerá cuán superior es la pintura de los antiguos a la nuestra"2.




La lectura de los cinco volúmenes nos demuestra la certeza de las declaraciones de Mengs. Los grabados se presentan a página completa, en vertical u horizontal atendiendo a su tamaño y disposición, e incluyendo tondos y motivos ornamentales de tipo vegetal, animal o de grutescos. Debajo de cada uno se especifica el autor y el tamaño, mostrando la escala en palmos romanos y napolitanos. La calidad artística de los mismos varía según el autor, así como según la temática, concediéndose mayor relevancia a los motivos mitológicos que a las perspectivas. Son interesantes los motivos decorativos de las letras capitales, correspondientes a objetos, animales o situaciones cuya inicial coincide con la del recuadro. Entre ellos destaca la "C" que, en clara alusión a Carlos III -al que están dedicados estos volúmenes- se acompaña de una corona, una espada y una vara de mando, descansando sobre un cojín.  Del mismo modo, es de destacar el  retrato del rey al inicio de cada volumen, ejecutado en el estilo neoclásico impuesto por Mengs, y que además de estar realizado en trampantojo, presenta entre los símbolos reales algunos alusivos a la labor arqueológica del rey en Herculano, como la pala y las esculturas antiguas. Por último, merece ser mencionado el grabado del Vesubio en erupción en el prefacio del primer volumen, que recuerda a las diferentes versiones en óleo que por la misma época estaba realizando el pintor inglés Joseph Wright Derby.



Los grabados se acompañan de un texto más o menos breve en el que se comentan diferentes aspectos, desatacando la descripción iconográfica, magníficamente completada con notas al pie que nos conducen a las diferentes fuentes para la mitología, tanto clásicas como modernas, de cada iconografía concreta. También hace referencia a tamaños, lugares, y diferentes características como el color, un aspecto que, al ser los grabados en blanco y negro, no se puede apreciar. E incluso en algunas de las obras señala su estado de conservación, lo cual supone una transición entre la preocupación por estas cuestiones que se despertó en el Renacimiento y las diferentes teorías de la restauración y conservación que entraran en juego en el siglo XIX.

1. FERNÁNDEZ MURGA, Félix: Carlos III y el descubrimiento de Herculano, Pompeya y Estebia. Ediciones Universidad de Salamanca, Salamanca, 1989, p. 124.

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