9 h., 183 f. (con errores en la numer.), 1 h.- Sign.: [9] A8-Z8.
- Fol. L. rom. y gr.- 3 tam.- Inic.
grab.- Grab.- Marc. tip.
Ejemplar falto de la primera hoja. Anotaciones manuscritas marginales.
Edición bellísima, muy alabada por los bibliógrafos e historiadores del arte, del célebre tratado de Vitrubio, el único de arquitectura que se conserva de la Antigüedad y cuyo papel fue básico en la cultura arquitectónica de Occidente.
Pocas y vagas noticias se conocen de Vitrubio. Para algunos, como Newton, quien tradujo su obra al inglés, vivió en la época del emperador Tito, pero parece fuera de toda duda que lo hizo en tiempos de Julio César y Augusto, al segundo de los cuales dedicó y destinó el tratado escrito ya en edad madura. Su trabajo como ingeniero militar se tiene por seguro, pero no tanto los que en la faceta de arquitecto se le atribuyen.En las diez partes de su tratado, escrito en un lenguaje poco cuidado que algunos críticos han tratado de justificar aludiendo a las interpolaciones de los manuscritos y torpeza de los copistas, trata en las siete primeras de la arquitectura como tal (concepto y partes, materiales, templos, órdenes, edificios públicos, particulares, adornos), en la octava de construcciones hidráulicas, en la novena de la cronometría (especialmente la construcción de relojes de sol), y en la décima de maquinaria.
Aunque la obra fue conocida a lo largo de la Edad Media - San Isidoro lo refleja en las Etimologías -, desde que salió la edición princeps de Giovani Sulpicio [Roma, 1487/88], tuvo un éxito extraordinario y pronto se multiplicaron sus ediciones por toda Europa, bien en latín o en otras lenguas, con comentarios y anotaciones. En el Renacimiento vino a constituir la Biblia de los arquitectos, un código imprescindible para descifrar la complejidad estructural y estética de las edificaciones que, en sus líneas generales, fue seguido por los principales tratadistas (viñola, Palladio, Sagredo...).
Y casi igual fortuna tuvo entre los ingenieros.
La primera edición ilustrada de la obra es la veneciana de 1511 impresa por Johannes Tacuinus. Sus grabados se atribuyen a Fr. Giocondo da Verona y con ellos apareció la florentina de 1513 de Philippus Giunta a la que siguió esta en italiano hecha en Como, primera versión en lengua vulgar. Para ella, según Graesse (VII, p. 379), se cotejaron diversos manuscritos y al queda inconclusa, fue terminada por Bono Mauro y Benedetto Jovio. En el ejemplar del que hablamos, a mano, se dice: "Traslator operis, Bono Mauro borgomense" (f. 7r). Hecha a expensas de Agustino Gallo y Aloisio Pirovano, fue dedicada al rey de Francia y Duque de Milán, Francisco I.
Sin duda, lo más destacado de la edición son sus 106 grabados en madera - muy reproducidos y estudiados - que se acercan bastante, según la crítica, a la técnica y al estilo del dibujo de Leonardo. Se presume que son de un discípulo suyo o imitador, quizás del profesor de arquitectura Cesare Cesarino, cuyos amplios comentarios con vistosa disposición figuran encuadrando el texto vitruviano. Los grabados de mayor interés son las dos grandes representaciones anatómicas proporcionales, muy conocidas, y los de maquinaria bélica o de otro tipo (molinos de agua, estufas...).
También contiene el primer bosquejo fidedigno de la catedral de Milán.
La primera versión castellana de la obra fue la realizada por el arquitecto Miguel de Urrea (Alcalá, Juan Gracián, 1582) de la que hay ejemplar en la Universidad: F.F.G.H. (L.A.),sign. R1-3T27. Pero mucho antes, como es bien sabido, las doctrinas de Vitrubio fueron muy difundidas en España y el resto de Europa por Diego de Sagredo a través de las numerosas ediciones, en castellano o en otras lenguas, que propició su obra Medidas del romano (Toledo, Ramón de Petras, 1526), especie de resumen o adaptación escrita en forma dialogada del célebre tratado (Vid. J.M. Marañón, "Las ediciones de las Medidas del romano" en Bibliografía española de arquitectura, Madrid, 1947, pp. 11-34).
De la enorme importancia que alcanzó el libro de Vitrubio en el siglo XVI, dan buena prueba los ejemplares, en sus diversas ediciones de la época, que hoy se conservan en las bibliotecas ricas en fondos antiguos; nueve registra Bonet Correa en la Nacional de Madrid sin contar los de la traducción de Urrea ni los de la adaptación de Sagredo. Descontando también los de estas obras, en la Universidad de Sevilla, además del que nos hallamos comentando, existen estos cuatro ejemplares:
Biblioteca General: Estrasburgo, 1543 (sign. R.13.4.4); Roma, 1544 (sign. R.27.6.20), Venecia, 1567 (sign. R.21.2.18). F.F.G.H. (L.A.): Lyon, 1552 (sign. R12T8).
B.G., sign. R.66.1.1
(Tomado de CARACUEL MOYANO, R., DOMÍNGUEZ GUZMÁN, A., Un tesoro en la Universidad de Sevilla. Incunables y obras de los siglos XVI y XVII. Universidad de Sevilla, 1993)
(Tomado de CARACUEL MOYANO, R., DOMÍNGUEZ GUZMÁN, A., Un tesoro en la Universidad de Sevilla. Incunables y obras de los siglos XVI y XVII. Universidad de Sevilla, 1993)
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