miércoles, 31 de enero de 2018

PONTIFICALE


Pontificale Romanvm Clementis VIII. Pont. Max. ivssv restitvtvm atqve editvm.- Romae: [Apud Iacobum Lunam, Impensis Leonardi Parasoli, & Sociorum], 1595.

4 h., 705 p.- Sign.: a2 *2 A4-Z4 Aa4-Zz4 Aaa4-Xxx4 Yyy2 Zzz4 Aaaa4-Vuuu4.- Fol.  L. red.- 2 tam. 2 col. con recuadro lineal.- Inic. grab.- Numerosas hojas con notac. musicales.- Port. grab.- Grab. intercal. - Port. y texto a dos tintas.- Marc. tip. en colofón.

Sello de la Casa Profesa de la Compañía de Jesús de Sevilla en la portada y en la vuelta de esta, firma de "Ldo. don Gonzalo de Campos". Señales de polilla que sólo afectan a los márgenes.

Como casi todos los libros litúrgicos, este con el orden de las ceremonias propias del papa y de los obispos, es de una notable belleza. Su portada, de tipo arquitectónico con el escudo de Clemente VIII en el frontis, lleva en la base el nombre del autor de los excelentes y limpios grabados que ilustran abundantemente la obra, el reputado discípulo de Cornelio Cort, Francisco Villamena, quien también cultivó el dibujo y la pintura. No obstante, algunos grabados aparecen a nombre de Camillo Graffico y otros muchos sin firma.


Durante mucho tiempo el pontifical de Guillermo Durando (m. 1334) fue el que sirvió de modelo a la Iglesia. El aquí catalogado de Clemente VIII, revisado bajo los mandatos de Urbano VIII, Benedicto IX y finalmente de León XIII, es el que actualmente está en vigor.
Se trata de la primera edición, le siguieron las de Roma (1611) y Amberes (1627). En realidad hasta 1596 no vio la luz, ya que así se desprende de sus preliminares. En las hojas 2r-3v (a2-a3): "Sanctiss. D.N.D. Clementis divina providentia papae VIII. Constitvtio svper novi pontificalis editione. Ad perpetvam rei memoriam" (Roma, San Pedro, 10 de febrero de 1596).

El pontifical, dividido en tres partes, tras un índice que ocupa la cuarta hoja, comienza en la primera página y concluye en la 705 donde se encuentra el colofón con la noticia de haberse editado a costa de Leonardo Parasole (afamado grabador italiano) y de sus socios, y la marca del impresor.







B.G., sign. R.44.1.2


(Tomado de CARACUEL MOYANO, R., DOMÍNGUEZ GUZMÁN, A., Un tesoro en la Universidad de Sevilla. Incunables y obras de los siglos XVI y XVII. Universidad de Sevilla, 1993)

miércoles, 24 de enero de 2018

Le pinture antiche d'Ercolano e controni incise con qualche spiegazione.

[Editado por la Regale Accademia Ercolanese]. Napoli, Nella Regia Stamperia, 1757-65. - 5 vol. (I: [8], 279, [8] p., [2] h. de grab., [1] h. pleg.. II: [14], 339, [10] p., [2] en bl., [1] h. de grab. III: [4], XVII, 339, [1] en bl., [12] p., [1] h. de grab. IV: [4], X, 368, [12] p., [1] h. de grab. V: [4], X, 368, [12] p., [1] h. de grab.) : il. ; fol. Ilustracciones por Filippo Morghen, Camillo Paderni, Giovanni Elia Morghen, Ferdinando Campana, Carlo Orazi, Niccola Vanni, Filippo de Grado, P. Campana, Giuseppe Aloja, Nicolaus Billy, Francesco Cepparoli, Carlo Nolli, Rocco Pozzi, Vincenzo Campana, Niccolò Orazi, Ottavio Antonio Baiardi, Luigi Vanvitelli, Francisco La Vega, Giuseppe Azerboni, Pierre Gaultier, Filippo Grado, Secondo de Angelis, Miguel Sorello, Niccola Fiorillo, Ferdinando Sirina, Fransceso Sesone, Giovanni Girolamo Frezza, Giovanni Casanova, Carmine Pignataro, Francesco Giomignani BUS A 215/165-169 (Pasta española con dorados en el lomo. Ms. en hoja de guarda: Tomo primo: "Plut. I. Lit. C. nº 8" , Tomo secondo: "Plut. I. Lit. C. N. 9" Tomo terzo: "Plut. I. C. Nº 10" Tomo cuarto: "Plut. 1. Lit. C. N. 11")
Los importantes descubrimientos arqueológicos del siglo XVIII marcaron un punto de inflexión en la historia del arte. El pensamiento ilustrado concedió una importancia fundamental a las fuentes objetivas a la hora del estudio científico y, en el caso de la Historia, esos materiales no eran otros que los restos arqueológicos. Muchas fueron las campañas realizadas por parte de países como Francia, Inglaterra o Alemania, cuna, este último, de Johann Joachin Winckelmann, considerado uno de los padres de la historia del arte, precisamente, a través de la arqueología. ¿Y España? Gracias al impulso de la corona, nuestro país contribuyó de forma extraordinaria al desarrollo de ambas disciplinas.

La llegada de los borbones implicó un cambio de mentalidad desde el punto de vista cultural. El gusto por la antigüedad y el coleccionismo alcanzó una de sus cimas en 1724 con la adquisición, por parte de Felipe V, de la colección de Cristina de Suecia. Una colección repleta de copias y originales romanos, que más tarde sería distribuida por las academias y escuelas de bellas artes españolas en forma de vaciados en yeso, formando a cientos de futuros artistas. En 1752 se crea la Real Academia de San Fernando, imponiéndose en España el sistema académico francés que puso fin al régimen gremial. Y en la década de los treinta, Carlos III (1759-1788 / Carlos VII de Nápoles y V de Sicilia entre 1734 y 1759) comienza su apoyo a las excavaciones de Herculano, a las que seguirán las de Pompeya y Estebia en décadas posteriores.



Uno de los principales objetivos del monarca fue la difusión de los hallazgos, lo cual no solo daría prestigio a la monarquía, sino a él mismo, como agente implicado y tremendamente interesado. Así, en 1755 se crea la Regale Academia Ercolanense, para la que se debían elegir, por mandato del rey: "entre los eruditos, de los que no esta escasa la capital de sus reinos, quince personas idóneas que se apliquen en la ilustración de tantos antiguos monumentos"1.. Dicha iniciativa dio lugar a ocho volúmenes que verían al luz a partir de 1757: los cinco primeros dedicados a la pintura, los dos siguientes a los bronces y el octavo a lucernas y candelabros.

Los volúmenes dedicados a la pintura (1757-1767) cambiaron por completo la historia de esta disciplina artística. En primer lugar, completaron el conocimiento que se tenía de la pintura romana a través de los hallazgos de la Domus Aurea, y permitieron, años después, establecer la clasificación de los estilos de pintura pompeyana. Y en segundo lugar, fueron una fuente de inspiración fundamental para los artistas neoclásicos, imponiéndose, desde las casas reales y las academias, una nueva corriente cultural similar a la del Renacimiento, pero de esencia más científica y fría en términos artísticos.

En este sentido son significativas las palabras que Anton Rafael Mengs, pintor de cámara del rey, y uno de los artistas más implicados de su época tanto de forma practica como teórica y didáctica, dedica a estas pinturas de Herculano. En relación a ellas, y con el objetivo de desechar las opiniones erróneas acerca de la calidad de los pintores de la Antigüedad, afirmaba: "En estas pinturas de Herculano no es el diseño lo que hay de más apreciable; bien que aun en ellas se ven las huellas de un óptimo gusto, y de una facilidad de mantenerse en los límites justos de los contornos; esto es, de no pecar en cargados, en duros, ni en secos. Sobre todo causa maravilla el ver la grande inteligencia del claroscuro que hay en estas obras, y lo bien entendido de la naturaleza del aire; que siendo un cuerpo de alguna densidad, comunica y refleja la luz a la partes que no al reciben de forma natural [...] si se comparan estas pinturas con todas las obras de los modernos, y se considera que fueron hechas en lugares tan poco nobles, se conocerá cuán superior es la pintura de los antiguos a la nuestra"2.




La lectura de los cinco volúmenes nos demuestra la certeza de las declaraciones de Mengs. Los grabados se presentan a página completa, en vertical u horizontal atendiendo a su tamaño y disposición, e incluyendo tondos y motivos ornamentales de tipo vegetal, animal o de grutescos. Debajo de cada uno se especifica el autor y el tamaño, mostrando la escala en palmos romanos y napolitanos. La calidad artística de los mismos varía según el autor, así como según la temática, concediéndose mayor relevancia a los motivos mitológicos que a las perspectivas. Son interesantes los motivos decorativos de las letras capitales, correspondientes a objetos, animales o situaciones cuya inicial coincide con la del recuadro. Entre ellos destaca la "C" que, en clara alusión a Carlos III -al que están dedicados estos volúmenes- se acompaña de una corona, una espada y una vara de mando, descansando sobre un cojín.  Del mismo modo, es de destacar el  retrato del rey al inicio de cada volumen, ejecutado en el estilo neoclásico impuesto por Mengs, y que además de estar realizado en trampantojo, presenta entre los símbolos reales algunos alusivos a la labor arqueológica del rey en Herculano, como la pala y las esculturas antiguas. Por último, merece ser mencionado el grabado del Vesubio en erupción en el prefacio del primer volumen, que recuerda a las diferentes versiones en óleo que por la misma época estaba realizando el pintor inglés Joseph Wright Derby.



Los grabados se acompañan de un texto más o menos breve en el que se comentan diferentes aspectos, desatacando la descripción iconográfica, magníficamente completada con notas al pie que nos conducen a las diferentes fuentes para la mitología, tanto clásicas como modernas, de cada iconografía concreta. También hace referencia a tamaños, lugares, y diferentes características como el color, un aspecto que, al ser los grabados en blanco y negro, no se puede apreciar. E incluso en algunas de las obras señala su estado de conservación, lo cual supone una transición entre la preocupación por estas cuestiones que se despertó en el Renacimiento y las diferentes teorías de la restauración y conservación que entraran en juego en el siglo XIX.

1. FERNÁNDEZ MURGA, Félix: Carlos III y el descubrimiento de Herculano, Pompeya y Estebia. Ediciones Universidad de Salamanca, Salamanca, 1989, p. 124.

martes, 23 de enero de 2018

Di Lucio Vitruvio Pollione de Architectura Libri Dece traducti de latino in vulgare affigurati: commentati...

Di Lucio Vitruvio Pollione de Architectura Libri Dece traducti de latino in vulgare affigurati: commentati...[impens. Augustinus Gallus].- Como: Gotardo da Ponte, 1521.

9 h., 183 f. (con errores en la numer.), 1 h.- Sign.: [9] A8-Z8. - Fol.   L. rom. y gr.- 3 tam.- Inic. grab.- Grab.- Marc. tip.
Ejemplar falto de la primera hoja. Anotaciones manuscritas marginales.

Edición bellísima, muy alabada por los bibliógrafos e historiadores del arte, del célebre tratado de Vitrubio, el único de arquitectura que se conserva de la Antigüedad y cuyo papel fue básico en la cultura arquitectónica de Occidente.

Pocas y vagas noticias se conocen de Vitrubio. Para algunos, como Newton, quien tradujo su obra al inglés, vivió en la época del emperador Tito, pero parece fuera de toda duda que lo hizo en tiempos de Julio César y Augusto, al segundo de los cuales dedicó y destinó el tratado escrito ya en edad madura. Su trabajo como ingeniero militar se tiene por seguro, pero no tanto los que en la faceta de arquitecto se le atribuyen.En las diez partes de su tratado, escrito en un lenguaje poco cuidado que algunos críticos han tratado de justificar aludiendo a las interpolaciones de los manuscritos y torpeza de los copistas, trata en las siete primeras de la arquitectura como tal (concepto y partes, materiales, templos, órdenes, edificios públicos, particulares, adornos), en la octava de construcciones hidráulicas, en la novena de la cronometría (especialmente la construcción de relojes de sol), y en la décima de maquinaria.

Aunque la obra fue conocida a lo largo de la Edad Media - San Isidoro lo refleja en las Etimologías -, desde que salió la edición princeps de Giovani Sulpicio [Roma, 1487/88], tuvo un éxito extraordinario y pronto se multiplicaron sus ediciones por toda Europa, bien en latín o en otras lenguas, con comentarios y anotaciones. En el Renacimiento vino a constituir la Biblia de los arquitectos, un código imprescindible para descifrar la complejidad estructural y estética de las edificaciones que, en sus líneas generales, fue seguido por los principales tratadistas (viñola, Palladio, Sagredo...).
Y casi igual fortuna tuvo entre los ingenieros.

La primera edición ilustrada de la obra es la veneciana de 1511 impresa por Johannes Tacuinus. Sus grabados se atribuyen a Fr. Giocondo da Verona y con ellos apareció la florentina de 1513 de Philippus Giunta a la que siguió esta en italiano hecha en Como, primera versión en lengua vulgar. Para ella, según Graesse (VII, p. 379), se cotejaron diversos manuscritos y al queda inconclusa, fue terminada por Bono Mauro y Benedetto Jovio. En el ejemplar del que hablamos, a mano, se dice: "Traslator operis, Bono Mauro borgomense" (f. 7r). Hecha a expensas de Agustino Gallo y Aloisio Pirovano, fue dedicada al rey de Francia y Duque de Milán, Francisco I.

Sin duda, lo más destacado de la edición son sus 106 grabados en madera - muy reproducidos y estudiados - que se acercan bastante, según la crítica, a la técnica y al estilo del dibujo de Leonardo. Se presume que son de un discípulo suyo o imitador, quizás del profesor de arquitectura Cesare Cesarino, cuyos amplios comentarios con vistosa disposición figuran encuadrando el texto vitruviano. Los grabados de mayor interés son las dos grandes representaciones anatómicas proporcionales, muy conocidas, y los de maquinaria bélica o de otro tipo (molinos de agua, estufas...).
También contiene el primer bosquejo fidedigno de la catedral de Milán.

La primera versión castellana de la obra fue la realizada por el arquitecto Miguel de Urrea (Alcalá, Juan Gracián, 1582) de la que hay ejemplar en la Universidad: F.F.G.H. (L.A.),sign. R1-3T27. Pero mucho antes, como es bien sabido, las doctrinas de Vitrubio fueron muy difundidas en España y el resto de Europa por Diego de Sagredo a través de las numerosas ediciones, en castellano o en otras lenguas, que propició su obra Medidas del romano (Toledo, Ramón de Petras, 1526), especie de resumen o adaptación escrita en forma dialogada del célebre tratado (Vid. J.M. Marañón, "Las ediciones de las Medidas del romano" en Bibliografía española de arquitectura, Madrid, 1947, pp. 11-34).

De la enorme importancia que alcanzó el libro de Vitrubio en el siglo XVI, dan buena prueba los ejemplares, en sus diversas ediciones de la época, que hoy se conservan en las bibliotecas ricas en fondos antiguos; nueve registra Bonet Correa en la Nacional de Madrid sin contar los de la traducción de Urrea ni los de la adaptación de Sagredo. Descontando también los de estas obras, en la Universidad de Sevilla, además del que nos hallamos comentando, existen estos cuatro ejemplares:

Biblioteca General: Estrasburgo, 1543 (sign. R.13.4.4); Roma, 1544 (sign. R.27.6.20), Venecia, 1567 (sign. R.21.2.18). F.F.G.H. (L.A.): Lyon, 1552 (sign. R12T8).

B.G., sign. R.66.1.1

(Tomado de CARACUEL MOYANO, R., DOMÍNGUEZ GUZMÁN, A., Un tesoro en la Universidad de Sevilla. Incunables y obras de los siglos XVI y XVII. Universidad de Sevilla, 1993) 

miércoles, 17 de enero de 2018

RECOPILACION



4 tomos: I: 6 h., 299 f.- II: 3 h., 298 f.-III: 3 h., 302 f.- IV: 2 h., 364 f.- Fol.   L. red. y curs. - 2 tam. - 2 col.- Inic. grab.- Apost. marg.- Port. grab. con esc. imperial que se repite en los 4 tomos, firmado en 1681 por Gregorio fosman.
En la vuelta de la portada de los 4 tomos: "Este libro es de la Librería de D. Juan de Aguilera y Castillo, del Consejo de Indias"



En esta obra, como en ninguna otra, ha quedado reflejado el sistema colonial empleado por España en América desde los primeros tiempos de su presencia en aquellas tierras hasta 1681 aproximadamente, año de su publicación.

La legislación indiana iniciada realmente en 1492 con las Capitulaciones de Santa Fe, fue incrementándose con posteriores disposiciones, entre las que cabe destacar las Leyes de Burgos de 1512 y las Leyes nuevas de 1542. Pero la aplicación práctica de las Leyes chocaba con la imposibilidad de su conocimiento por parte de las autoridades. La única solución satisfactoria era recopilarlas, y para ello se llevaron a cabo varios intentos.

En 1596, se publicó la recopilación de la legislación vigente hasta el momento hecha por Diego de Encinas conocida por el Cedulario de Encinas. Pero la necesidad de formar una verdadera y completa recopilación fue en aumento, y a pesar de la tarea realizada por Rodrigo de Aguiar y Acuña y Antonio de León Pinelo, por diversas razones, el corpus no se publicaría hasta ahora, 1681.


La legislación se halla dividida en nueve libros. El 1º y el 2º en el tomo I, en el II del 3º al 7º, en el III el 8º y el 9º hasta el Título 25, y en el IV el 9º desde el Título 26 más el Indice General. Cada tomo lleva a su vez un índice.

Sin embargo, sólo durante unos años fue suficiente la Recopilación. Comentarios y adiciones fueron supliendo sus carencias, por lo que Carlos III en 1780 encargó una nueva recopilación, pero no se llevó a cabo por lo que esta siguió vigente. 

La Biblioteca General posee dos ejemplares más de la obra y otro la de las facultades de Filología y Geografía e Historia.

Hay edición facsímil (Madrid, Cultura Hispánica, 1973).





(Tomado de CARACUEL MOYANO, R., DOMÍNGUEZ GUZMÁN, A., Un tesoro en la Universidad de Sevilla. Incunables y obras de los siglos XVI y XVII. Universidad de Sevilla, 1993) 

lunes, 8 de enero de 2018

Las Siete partidas


10 Partes en 4 v. I: 151 f.; II: 116 f.; III: 186 f.; IV:73 f.; V: 112 f.; VI: 116 f.; VII: 102 f.; VIII: [62] h.; IX: [8] h.; X: [231] h.- Fol.  L.red. y curs. - 2 tam.- Texto a 2 col. rodeado de coment. - Inic. grab. .- titulillos, núms. y letras marg. - Port. grab. con esc. imperial, y en rojo y negro en el vol. 1º.
Ejemplar bien conservado, pero impreso en mal papel. En portada, sello de la Biblioteca Pública de Sevilla.

 Las Siete Partidas es la obra jurídica más importante de las compuestas por iniciativa y bajo la dirección de Alfonso X. Cuando el monarca subió al trono (1252), se encontró en sus reinos con una gran diversidad de Derechos, diversidad que ya Fernando III había intentado reducir concibiendo además la idea de formar un libro de leyes que alcanzase a todos. Su hijo llevaría a la práctica esa idea en este código que, inspirado fundamentalmente en las fuentes del Derecho romano y del Derecho canónico con las que se armonizó el castellano, fue el más extraordinario intento de sistematización legislativa que se hizo en la Europa medieval. Pero además, junto a las normas y disposiciones legales, afloran continuamente en la obra una multitud de aspectos cotidianos, minuciosamente anotados, que constituyen una valiosísima información sobre muchos aspectos curiosos de la vida medieval: costumbres, diversiones, vida doméstica, vestidos, ocupaciones y oficios, etc.


De Las Partidas se hicieron varias redacciones, una de ellas en el reinado de Fernando IV, afectó a toda la obra y, probablemente, fue entonces cuando se dividió en siete partes o  "partidas" -más por las virtudes atribuidas al número siete que por imitar al Digesto- lo que ha dado lugar a que se le conozca por ese nombre. En el siglo XV las diferencias en los textos de las copias que circulaban, hacía ya necesaria la fijación de una versión con fuerza de ley, cosa que no se lograría hasta bien entrado el siglo XVI en que el Consejo real encomendó la tarea al prestigioso jurista Gregorio López, quien añadió al texto una extensa glosa que fue muy apreciada. La edición vio la luz en 1555 en Salamanca en cuatro volúmenes con la siguiente distribución:

Vol. I: Partidas 1ª y 2ª; Vol. II: Partidas 3ª y 4ª; Vol. III: Partidas 5ª, 6ª y 7ª; Vol. IV: Indices (del texto en castellano, de títulos en latín y de materias también en latín).

Domingo de Portonaris, su impresor, perteneciente a una de las grandes familias italianas de tipógrafos, fue uno de los más destacados en la culta Salamanca de entonces. En su calidad de Impresor Real imprimió la obra.

Durante la Edad Media Las Siete Partidas se tradujeron al catalán, portugués, gallego e inglés, y no ha dejado de editarse en todas las épocas. La edición expuesta es la tercera con las glosas  de Gregorio López. De las anteriores salmantinas de 1555 y 1565, se conservan ejemplares incompletos en la Facultad de Derecho.

Hay edición facsímil de la de Salamanca (Andrea de Portonaris, 1555), hecha en Madrid (BOE, 1974).





(Tomado de CARACUEL MOYANO, R., DOMÍNGUEZ GUZMÁN, A., Un tesoro en la Universidad de Sevilla. Incunables y obras de los siglos XVI y XVII. Universidad de Sevilla, 1993)